martes, 25 de octubre de 2011

BEISBOL CUBANO Y SU ÚLTIMO SUSPIRO

En mi memoria no hay recuerdos tan frescos como aquellos, de cuando apenas levantaba dos cuartas del piso y ya andaba con una pelota y un pequeño bate en mis manos, mientras el tiempo fue pasando esos implementos, unidos a guantes y más tarde trajes y tacos, eran inseparables para mí.
LA primera vez que jugué pelota, y llamémosla organizada, fue cuando comencé la secundaria básica en la Escuela Vocacional Ché Guevara, en Santa Clara.
Guajiro al fin y al cabo, en los inicios del curso, me apenaba hablar con alguien para intentar colarme en el equipo, casi ya formado.
Lo mismo le pasaba a Gustavo Benítez, Tito, un buen amigo, también guajiro. El, de Nela, yo, de Juan Francisco. Pero nos sacudimos ambos y nos le presentamos nada más y nada menos que al gran Silvio Montejo, otrora estelar pelotero de los equipos Azucareros, Las Villas y Cuba.
“YA el equipo está hecho, pero voy a hacer una excepción; si no dan la talla por acá ni vengan más”. Para suerte nuestra, nos puso primero a batear, y ese era el fuerte de Tito y mío, en lo que nos ayudaba la fortaleza natural del guajiro y haber jugado pelota casi desde la cuna.
Unas cuantas bolas lanzadas, otras cuantas líneas conectadas y Montejo, sin titubear, nos dijo: “vamos a buscar los trajes”.
Con “La bala de Caibarién”, como cariñosamente la afición le llamaba a Montejo, aprendimos, además de la táctica, que el béisbol se juega a ripiarse, a morirse en el terreno.
Y que un equipo de béisbol necesita de una dirección inteligente y atrevida. Recuerdo que en aquel equipo, cuajado de guajiros de Rodas, Encrucijada, Camajuaní, Yaguajay y Santa Clara, éramos pocos los que podíamos dar batazos grandes, pero todos sabíamos tocar bola, todos aprendimos a batear por donde viniera la bola y todos nos tirábamos a ripiarnos en cada almohadilla.
Y Silvio disfrutaba cada acción, las vivía con nosotros, él jugó fuerte, muy explosivo, y a eso nos enseñó. Solo el equipo del área especial del Sandino nos hacía frente, ellos eran el trabuco y con nosotros perdían y ganaban.
Triste este recuerdo cuando repaso una y otra vez la última derrota del equipo Cuba de béisbol, escandalosa, digo yo. Ya no nos queda qué perder y no sabemos cuando comenzarán los cambios.
Me imagino cuán amargado estará mi estelar entrenador Silvio Montejo; imagino que pensará Cuba toda. Es hora de cambiar porque el béisbol es nuestra sangre. Si el mundo se mueve a tu alrededor, no quedes inmóvil, busca cómo moverte, busca la mejor dirección, pero no te quedes estático porque la vida necesita de ese giro, de esa dinámica.

domingo, 23 de octubre de 2011

VAMOS A CONVERSAR

Hablar, dialogar. Es como poner los verbos en juego, pero no pretendo para nada jugar. Cada sílaba, cada construcción gramatical alimentará historias, historias tan vivas como la vida.
Quiero a partir de ahora mismo comenzar a desandar este camino, despacio y sereno, buscando en cada rincón de la memoria y trayendo de la mano cuanto en mi andar vean mis ojos, escuchen mis oídos.
Tiene la palabra el don de hacer amigos, de sopesar errores, de poner a amar a pesar de las discordias.
Por ello, como diría un juglar bien cubano, Santa Palabra. Esa que desde ahora nos acercará más, a usted y a mí, en la sana pretensión de compartir historias, que es decir vidas e ideas.
Desde ya, yo te invito a conversar conmigo